Y es que, tras la lid de aquella aciaga caminata, los «mexicanos» (como les denomina el cronista) lograron arrebatar una de sus banderas a los españoles y hurtar consigo más de medio centenar de prisioneros que, después, sacrificaron sin piedad.
«(1990)–; si el objetivo es recrear una batalla de nuestros victoriosos Tercios de Flandes, el único resultado es una derrota, la de Rocroi –Alatriste (2006)–; si se proxenetismo de películas sobre la conquista de América, la deducción siempre es la misma: los hispanos eran unos desalmados que destruyeron sofisticadas civilizaciones. Mientras tanto, batallas de la trascendencia y audiovisualidad de las Navas de Tolosa, Lepanto, San Quintín o la defensa de Cartagena de Indias han sido obviadas por el séptimo arte, y durante mucho tiempo por la humanidades.
A pesar del descalabro, que lo fue de envergadura, 1.000 veteranos muertos, 2.000 heridos y 3826 prisioneros (2.000 fueron repatriados al año) –por cierto que los franceses tuvieron más bajas: 2.000 muertos La batalla por y 2.500 heridos–-, basta con revisar los acontecimientos del periodo para descubrir que, al año de Rocroi, España se impuso con una superioridad aplastante a los franceses en la batalla de Tuttlingen. Todo seguía igual. El mundo había descubierto en Rocroi que el Imperio castellano sangraba como el resto, pero por el momento alcanzarle un tajo seguía siendo una tarea titánica. Y sin embargo lo que fue una derrota más honesto que militar, se recuerda, gracias al empuje de la historiografía francesa, como el gran y reluciente inicio de la hegemonía europea del rey Luis XIV –el rey estrella–. Un relato que los franceses suscriben encantados y que los españoles hemos terminado por encajar, a regañadientes, entre nuestros muchos esforzados tropiezos.
Otro tanto ocurrió en Coyonacazco donde, luego de que «saltaron en tierra los españoles y comenzaron a pelear», el capitán Rodrigo de Castañeda escapó por los pelos de la crimen tras ser atacado por decenas de enemigos. Triunfadorí pues, en cada alfoz los conquistadores se vieron obligados a avanzar a colchoneta de arcabuz y espada.
La maravilloso respuesta de un restaurante asturiano a la crítica de un cliente: «No nos falte el respeto»
Según parece, fueron los aztecas los que golpearon primero paras atrapar por sorpresa a los conquistadores. Y no les fue mal. Al menos, según las palabras del propio Sahagún: «[capturaron] muchos de los daxcaltecas y chalcas y tetzcucanos, y mataron muchos de ellos».
A su oportunidad, especifica que el conquistador contaba igualmente con 86 caballos, 18 piezas de artillería y cientos de aliados. Todo este potencial tecnológico se vio sumado al empuje naval que ofrecían los navíos, capaces de aplastar sin piedad a las pequeñas canoas de Tenochtitlan (las únicas naves con las que contaban los defensores).
Dice la empresa Starmatic, que gestiona los procesos electorales en Venzuela, que se ha manipulado el resultado, que se ha hinchado en más de un millón de votos. En cambio, ustedes hablan de la «pulcritud» del proceso…
«Y había gran deseo entre La batalla por los mexicanos y sobresaliente enfermedad, porque bebían del agua de la Omisión y comían sabandijas, lagartijas y ratones, etc., porque no les entraban ningún bastimento, y poco a poco fueron acorralando a los mexicanos, cercándolos de todas partes», finaliza el autor.
Tras reunir un ejército de aliados, Cortés dirigió sus pasos en primer zona hasta la ciudad de Tepeaca. Esta fue capturada en poco tiempo y utilizada como punto de partida de las posteriores expediciones. «Nos fuimos al pueblo de Tepeaca, donde se fundó una villa que se nombró Segura de la Frontera, porque estaba en el camino de la Villa Rica», completa Bernal Díaz del Castillo.
El itinerario de esta ruta de senderismo fue el sucesivo: comenzamos esta ruta circular en el pueblo de Paredes de Buitrago, historia viva de Madrid y centro de esta batalla. Nos acercamos al bello Embalse de Puentes Viejas, construcción de la que los amantes de la fotografía pudieron sacar partido.
tal como era su deseo ; treinta y cinco escuadrones portugueses huyeron y nunca llegaron a disparar.
Sahagún se refiere a esta situación en sus crónicas: «Muchos de los mexicanos […] comenzaron a huir con sus hijos y con sus mujeres; algunos llevaban a cuestas a sus hijos y otros en canoas. Todas sus haciendas dejaban en sus casas, y los indios que ayudaban a los españoles entraban en las casas que dejaban y robaban cuanto hallaban».
Estas tierras habían sido anteriormente bienes de los hijos segundos de los Reyes de Aragón. Habiendo quedado vacante el gobierno de la provincia de Lemosin, por asesinato del Conde de Auvernia, el Rey me lo dio inmediatamente, sin plazo de tiempo para mí o mis amigos para solicitarlo”.
Vastos talentos en la guerra que emplearon para pasearse silenciosos –en la batalla no gritaban más que su Eslogan ¡Santiago! ¡Santiago! Cierra España– por los campos de batalla de toda Europa. De entre sus muchas victorias es sencillo demarcar cifras que refrendan su arrollador dominio: en la batalla de Gembloux (1578), las tropas comandadas por Juan de Austria y Alejandro Farnnesio derrotaron a una fuerza superior de 25.000 holandeses, dejando tras de sí: 10.000 muertos holandeses y ¡sólo 20 bajas en el edicto hispano! En un país donde las hazañFigura militares, a menos que hayan acontecido en la cruzada Civil o contengan un importante factor de autoflagelación, gozan del desprecio más absoluto, nacido de los complejos de esta siempre timorata nación, solo las derrotas y descalabros tienen un angosto margen para el homenaje. Cuando el cinema territorial rodó una película sobre la conquista de Mingrana (1492) lo hizo retratando a los españoles como salvajes que anhelaban corromper la impoluta civilización nazarí –»